Wednesday, May 16, 2007

Globalización y Salud

El síndrome metabólico en Chiapas

La diabetes tipo 2 (“de adulto”) es, hoy día, uno de los problemas mayores de salud pública en todo en el mundo. Se estima el número de casos en un mínimo de 150 millones a nivel global. Sin embargo una explosión de la enfermedad ocurre actualmente en el llamado Tercer Mundo y el número total de casos podría llegar a 500 millones antes de la mitad del siglo. El aumento anual de casos es de 44% en América Latina, el 50% en Africa y el 57% en Asia (Zimmet, Alberti, and Shaw 2001)

En la mayoría de los casos, la diabetes tipo 2 se considera un componente de un grupo de trastornos conocido como “el síndrome metabólico” (o “síndrome X”). Los factores característicos del síndrome metabólico son la obesidad abdominal, niveles elevados de triglicéridos sanguíneos, altas tasas de lípidos de baja densidad/los de alta densidad (colesterol), presión arterial alta y la resistencia a la insulina, entre otros . La resistencia a la insulina es considerada la fase clave del complejo y es el factor de riesgo principal de la diabetes. Esta situación ocurre cuando las células ya no responden a la presencia de insulina para permitir la absorción de azúcar y esta se acumula en la sangre (Reaven 1988).

Aunque todos los seres humanos están a riesgo del síndrome metabólico, hay diferencias importantes en las consecuencias de esto según la afiliación genética. Por ejemplo, las personas de origen europea parecen estar menos predispuestos a desarrollar la diabetes pero mueren con frecuencia de hipertensión, arterosclerosis y otras complicaciones cardiovasculares. En cambio, personas con ascendencia americana son particularmente propensas a la diabetes. La población hispana en los EUA tiene mas del doble de frecuencia de esta enfermedad que la población del mismo país de origen europea (17 versus 8%, respectivamente). Algunos grupos indígenas, como los Pima de EUA tienen altísimas frecuencias de diabetes tipo 2 (>50%) sin embargo, grupos nativos o campesinos que continúan una vida rural tradicional prácticamente no padecen de esta enfermeda d(Diamond 2003). Esta fue la situación de la población indígena de Chiapas hace unas décadas.

La explicación más común del síndrome metabólico es que se debe simplemente al consumo excesivo de calorías en los alimentos. Mayor prosperidad y disponibilidad de alimentos, se argumenta, provoca un consumo de calorías por encima de lo necesario para mantener el peso normal del cuerpo. Aunada a un estilo de vida mas sedentario (uso del automóvil, horas frente la pantalla de computadora, etc.) este comportamiento resulta en la mayor deposición de grasas y consecuente sobrepeso y obesidad. Basada en este diagnosis, la solución propuesta por el establecimiento biomédico es por un lado la educación (a sea convencer a los enfermos que su condición se debe a su propio comportamiento excesivo) y mejores drogas (o sea, venderles la bala mágica que permite a la gente bajar de peso sin necesidad de cambiar dicho comportamiento)(Pi-Sunyer 2003). Los científicos de los principales laboratorios se esfuerzan por encontrar tales drogas pues representan una entrada económica potencial muy grande para el o ella que la descubre y mas para las compañías farmacéuticas.

Pero uno se pregunta ¿aborda realmente el fondo del problema esta estrategia? Algunas observaciones del estado de Chiapas nos hace dudar tanto de la explicación oficial del fenómeno como de la bondad de la estrategia de solución propuesta. Hay una creciente evidencia de que en este estado de alta marginación social se observa en años reciente el surgimiento del síndrome metabólico de manera importante. Se carece de una adecuada documentación al respecto—las autoridades de salud del estado preparan en este momento una encuesta—sin embargo la impresión de una amplia gama de trabajadores de la salud de la entidad es que la diabetes tipo 2 ha aumentado su frecuencia entre la población indígena rural durante los últimos años de manera alarmante, cuando ésta era prácticamente desconocida en décadas pasadas. Se trata de las poblaciones más pobres del país quienes, sin computadoras ni automóviles ni la prometida prosperidad, siguen una vida físicamente activa y para quienes el exceso de consumo es algo que ven solamente en las pantallas de televisores cuando se asomam por alguna ventana de las tiendas de San Cristóbal.

Sin embargo importantes cambios en la agro-nutrición, resultados directos de las políticas federales para favorecer la globalización en el campo, pueden los culpables en esta nueva crisis de salud pública. Los cambio mas dramáticos se deben a las políticas con respecto a un viejo amigo—el maíz. Este grano, aparte de ser la base de la dieta tradicional mesoamericana, es tambien la base de la agroindustria norteamericana, por lo cual recibe fuertes subsidios su procesamiento y comercialización—véase una reciente legislación del congreso estadounidense que pasa 180mmdd a ese sector. La inundación del mercado mexicano de maíz subsidiado de los Estados Unidos—que se vende por debajo de los costos de su producción--en aras del ‘comercio libre’, es una de las principales causas de la crisis actual que provoca el abandono sin precedente del campo mexicano. Sin embargo, poca gente está conciente que la industria del maiz subsidiado de EUA está atrás de la crisis de otro sector del campo mexicano—él del azúcar. Esto se debe a que es a base de maíz barata que se fabrica, por un proceso biotecnológico, el jarabe de maíz alto en frutosa (HFCS por sus siglas en inglés), el dulce de preferencia para la elaboración de refrescos y otros alimentos industrializados. Esta rama se ha convertido en una de las que mayor demanda genera para el maíz norteamericano, y el mercado mexicano representa unos 66 millones de dolares al año en ventas de maíz para los productores estadounidenses.

México intentó proteger a su industria azucarera al introducir en enero de 2002 un gravamen de 10 a 20 % sobre los refrescos que utilizaran el HFCS importado, argumentando que los subsidios a los fabricantes norteamericanos permitían el ‘dumping’ del dulce en el mercado mexicano. Sin embargo, la OMC, principalmente por argumentos de procedimiento, falló en su contra ante una demanda de la industria maicera norteamericana. México ahora es obligada a abandonar el azúcar de caña, que ocupa las mejores tierras de riego del país, y aceptar a la fructosa en los alimentos fabricados y vendido en el país.

Sin embargo, no es solamente la industria azucarera que sufre este nuevo azote de la globalización capitalista. La fructosa ahora está presente en una gran gama de alimentos industrializados, notablemente los refrescos pero también en los jugos “naturales” y en muchos otros productos de venta masiva. El aumento en el consumo de fructosa artificial por la población mexicana, en particular por el sector más pobre, tiene serias implicaciones para la salud pública. Varias investigaciones han implicado el aumento del consume de la fructosa en el desarrollo del síndrome metabólico, la obesidad y la resistencia a la insulina, factor principal de riesgo del diabetes tipo 2(Elliott et al. 2002).

Con solo ver la situación de los refrescos, se empieza a dimensionar la seriedad de este cambio de la dieta en la zonas rurales. Carecemos de datos buenos para Chiapas, pero, de nuevo, los trabajadores del sector salud y otros observadores comentan el consumo exagerado de estos productos, ya cargados de jarabe de maíz de alta fructosa (HFCS). En su revista de junio de 2003, la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) nos informa que los consumidores mexicanos ingieren unos 150 litros de estas bebidas al año, que los coloca en el segundo rango al nivel mundial, superados solo por EUA. Observa la PEOFECO que entre las familias más pobres se llega a gastar mas en los refrescos que en la canasta básica.

Estas cifras nacionales son promedios y no nos dan la dimensión del problema entre la población rural de Chiapas. Sin embargo, implican que cada mexicano toma en promedio unos 411ml de refresco al día, o algo mas de una lata de “12oz” (355ml) . Este consumo le puede proporcionar hasta 30 g de fructosa, o sea unos 120kcal, algo menos del 10% del consumo energético diario recomendado de una mujer de peso “normal”. . Este calculo no considera otras posibles fuentes de fructosa en su dieta, como los jugos enlatados, los dulces y las frutasy el azúcar naturales. Para muchas personas, y sobre todo los que se acostumbra a consumos diarios más bajos de lo recomendado, como es el caso de los habitantes de las zonas rurales de Chiapas, la fructosa artificial podría representar una proporción significativa del consumo energético total. Esta transformación de fuente energética es reciente y coincide con un aparente crecimiento en los casos de obesidad y diabetes tipo 2. Parece proceder, por lo tanto, preguntarse si los niveles actuales de consumo de fructosa (HFCS) podrían contribuir al síndrome metabólico en la población rural de Chiapas, y México en general.

Otros factores de cambio han sido implicados en el síndrome metabólico y sus consecuencias, en particular entre poblaciones de ascendencia nativa-americana. En general, el abandono de la dieta tradicional, la sustitución de variedades nativas de cultivos por productos industrializados (por ejemplo, de masa de maíz criollo por harinas de maíz) contribuyen a aumentar la prevalencia de la obesidad y la diabetes(Alvarado-Osuna, Milian-Suazo, and Valles-Sanchez 2001, Williams et al. 2001). Todo estos factores, que tienen sus origines en las políticas de globalización que han abierto el sistema alimentarios mexicano a la invasión de las industrias agro-alimentarios norteamericanos, afectan actualmente a la población rural en Chiapas. Se requiere un investigación integral para poder comprender las implicaciones para la salud pública.

BIBLIOGRAFIA

Alvarado-Osuna, C., F. Milian-Suazo, and V. Valles-Sanchez. 2001. Prevalence of diabetes mellitus and hyperlipidemia among Otomi indians. Salud Pública Mexicana 43:459-63.

Diamond, J. 2003. The double puzzle of diabetes. Nature 423:599-602.

Elliott, S. S., N. L. Keim, J. S. Stern, K. Teff, and P. J. Havel. 2002. Fructose, weight gain, and the insulin resistance syndrome. Am J Clin Nutr 76:911-922.

Pi-Sunyer, X. 2003. A Clinical View of the Obesity Problem. Science 299:859-860.

Reaven, G. M. 1988. Banting lecture 1988. Role of insulin resistance in human disease. Diabetes 37:1595-607.

Williams, D. E., W. C. Knowler, C. J. Smith, R. L. Hanson, J. Roumain, A. Saremi, A. M. Kriska, P. H. Bennett, and R. G. Nelson. 2001. The Effect of Indian or Anglo Dietary Preference on the Incidence of Diabetes in Pima Indians. Diabetes Care 24:811-816.

Zimmet, P., K. G. M. M. Alberti, and J. Shaw. 2001. Global and societal implications of the diabetes epidemic. Nature 414:782-787.

1 comment:

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